lunes, 6 de abril de 2009

Hoy terminé de olvidarme de ti

Después de 4 años, hoy terminé de olvidarme de ti.
Si empiezo este blog escribiendo nuestra historia es porque sin duda fuiste el amor más bonito que conocí, talvez porque a los 17 años el amor siempre es bonito y de alguna manera uno siempre se enamora de verdad.
Aquí te anuncio que eso será desde ahora sólo un recuerdo -bonito, sí- al que no recurriré muy seguido (mucho menos en mi etapa pre-menstrual), y no te digo adiós en persona porque si el amor es de dos, el adiós también y no tiene sentido decirlo tan a destiempo cuando tú no me lo has dicho nunca en palabras pero desde hace mucho me lo vienes diciendo en actos, y yo muy a la inversa, he repartido incontables adioses, siempre con palabras y nunca con hechos.

Te conocí el primer día de la universidad cuando en la lista llamaron tu nombre de mosquetero y te miré, abrías tus lindos ojazos y te reías como un niño, lo eras.
En ese entonces yo andaba dizque extrañando a un amor de la ciudad que dejé por volver a Lima a estudiar. A mitad de año y con la mitad de sentimientos confusos y la otra mitad masoquistas (porque él no me hacía feliz, pero esa es historia de otro cuento), terminé volviendo con ese novio de la ciudad que dejé por Lima, para dejarlo a fin de año en esa misma ciudad, aunque esta vez por ti…y vale decir que jamás me arrepentí.
Pasé un año maravilloso, sin creer que tanto amor existiera y creyendo sí que envejecería contigo, con miel en los labios, tu piano, mi poquito de poesía, y que seguiría escribiendo cartas de amor todos los días.
Quien lea esto pensará que hablo del amor natural de cualquier par de chibolos templados con mucho tiempo libre para andar acaramelados, pero no es así, yo a tu lado conocí la mayor felicidad posible y te bauticé como mi ángel, encontré nuestro cielo (un cuartito a dos cuadras de la universidad que mi prima me dejó “cuidando” para irse con su novio), dejé que tomaras mi mano y aprendí a no preguntar a dónde me llevas.
Fui muy feliz, lo fuimos (no felices, feliz, en singular, porque decíamos que éramos uno sólo).
Pero vino el segundo año, los vaivenes de discusiones, casi todas por mi culpa, y tú muy tolerante, me repetías el credo diario del “ya pasará”.
Pero no fue así, yo creía que el amor no se acababa, así me lo habían contado muchas veces, creía en el “a pesar de todo”, estaba segura que el apoyo incondicional compraba finales felices, que las promesas eran como los contratos que luego estudié en la facultad, con todo y sus obligaciones, penalidades y responsabilidad. Me equivoqué.
El amor es irresponsable porque no avisa si se va, y lo peor, no consulta si se queda en “no conectado” o “invisible”¸ mandándote mensajes y zumbidos de vez en cuando para decirte aquí estoy pero soy muy cobarde para conectarme (y conste que salvo el símil del msn y el skype, lo demás es exactamente lo que dijiste, lo de cobarde, agregado a un gran te amo que no me dejó dormir alguna vez, ni vivir, otras muchas).
Un día cambiaste de carrera y me cambiaste a mí. Eso no fue lo peor.

Me dejaste, según decías, por alguien que no amabas, que besaste sin encontrar cualidad en sus labios, pero que te enseñó la cualidad que tú más necesitabas conocer: cómo alejarte de mí.
Decías que estabas con ella para no volver conmigo porque te lastimé y no nos iba bien y no querías sufrir, y, y…y te amo repetías una y otra vez…pero te amo.
Me decías que ella te parecía tonta, inmadura, una niña, me llegaste a contar sus intimidades algo escalofriantes, que yo oí, callé y tomé de consuelo para creer que si no había nada de amor entre ustedes y mucho entre nosotros, pronto (me dije muchas veces) te recuperaría.
Entonces creí que esperarte valdría la pena…total, tú no tenías una relación de verdad con ella, total, tú me amabas y volverías…
Me lo decía tu familia, nuestros amigos (felizmente nunca dejaron de serlo) y me lo decía yo misma, inventando palabras para cuando regresaras, enmendando errores, matando defectos, tratando de volverme esa mujer que tú merecías que yo fuera, la del inicio, porque al fin y al cabo tú me amabas, no?
Nos acostamos varias veces mientras seguías con ella, pero el pasatiempo de unas semanas se convertía en una relación de meses (luego de años) que ella divulgaba en todas las páginas de internet habidas y visitaba las mías hasta ahora no sé si por curiosidad o por querer que me diera cuenta de lo bien que habías aprendido a posar para las fotos.
Pero yo, aunque ya más dubitativa, creía finalmente que sí, que me amabas, porque volvías, porque me besabas, porque tu nick seguía siendo el mismo y yo seguía teniendo tus claves (claro, ya tenías otro e-mail) porque si yo cambiaba mis números telefónicos, estabas en mi puerta y si te pedía que te fueras, te quedabas ahí.



Extrañamente nunca la odié, cuando la conocí tenía como dijiste, toda la apariencia de una niña, años después cuando vino a buscarme a la media noche, comprobé que lo era, a pesar que para ese momento ya era la madre de tu hijo.
En esos años rompí un corazón, probablemente del hombre que más me ha amado a mí. Siempre me pregoné a mi misma que tú eras quien más me había amado porque lo que vivimos y sentimos sólo tú y yo lo conocemos y lo podemos describir, y talvez tú me amaste incomparablemente como mujer, pero este chico me amó como ser humano y eso, la vida te lo enseña, vale mucho más.
Curiosamente no le rompí el corazón por ti, porque a sus ojos traté siempre de disimular lo que sentía, sino por un tipo sinH que fue sin duda la peor experiencia y el peor error de mi vida, que evidentemente nunca me quiso, porque él sólo sabe quererse a sí mismo y a ciertos vicios que talvez en un momento me atreva a contar.
De este tipo sinH me quise enamorar, fingí estarlo porque creí que yo también podría amarrar mis brazos al cuello de otro para decirle adiós a mi historia contigo.
El remedio resultó peor que la enfermedad porque con él conocí lo peor del amor, perdón, del dolor, de las relaciones humanas, de la vida y de mí misma, que es lo que más me costó resarcir.
Entonces, como puede intuirse, volví mil veces a la idea de que tú y yo éramos el uno para el otro, y que si ahora (que ya lo había confirmado bastante bien por hechos, tu propia familia y por ti mismo) sólo estabas con ella por tu bebé, entonces tarde o temprano volveríamos a estar juntos.

Esa noche, la que ella se apareció en mi casa queriendo “conocerme” porque "pensaba que si yo seguía siendo tan amiga de la familia era porque era una buena persona" (sí, igual que todos, yo ahora también pienso que está loca, pero en ese momento creí que estar ahí sentadas hablando de ti era algo muy humano), me dijo entre otras cosas que no te amaba pero que te quería mucho, que estuvo en el lugar equivocado en el momento equivocado aunque incongruentemente me reclamó que al principio yo intentara volver contigo…por lo mucho que te quiero sabes que callé, callé estoicamente, me mordí más que los labios, el corazón, para no decirle todo lo que había pasado entre nosotros, lo que me habías dicho de ella, para no confesar tus tantos te amo y contarle la verdadera historia de este triángulo muy involuntario que ella se creía y yo no porque para mí en esto sólo fuimos dos.
No dije nada, sólo que –como era verdad- hace tiempo no te veía y que yo estaba en otra, y que esperaba –como era también cierto desde hace algún tiempo- que fueran felices porque te conocía y sabía que lo que más querías en la vida era una familia, y ella y tu bebé eran ahora tu familia.
Me pareció mezquina, decirle que no te amaba a una mujer que te amó tanto como yo, proclamar una relación contigo que ya no existía (y en ese momento de verdad ya no existía), venir a saldar cuentas que ya no estaban pendientes cuando actuó siempre como una cobarde, no me desgastaré mencionando los motivos para llamarla así, sólo quiero decir que los tengo.
Ese día sólo terminé por decirle que tú eras alguien que está acostumbrado a brillar sin querer, lo que no le dije, también por ti, era que ella definitivamente -y queriendo- nunca iba a dejarte (brillar).
Al final, hace no mucho, te dejó.
Que quede claro que en estos cuatro años hice mi vida. Principalmente en los últimos dos, la hice mal pero la hice, no viví pensando en ti, pero sí muy recónditamente jugando el juego del vaso medio lleno-medio vacío, porque te iba olvidando poquito a poquito pero al mismo tiempo iba conservando las más importantes aunque cada vez menos esperanzas.

Hace dos días hablamos por teléfono, tu familia está atravesando un momento difícil y quise decirte que estaba ahí, de lo que no me di cuenta fue que el estar ahí no era algo que dependiera de mí exclusivamente, sino también de ti y tú hace tiempo que no me necesitas ni ahí ni allá, ni en ningún sitio (aunque siempre termines diciendo lo contrario). Me contaste que habías vuelto a ver (y a besar y seguro algo más) a tu primera enamorada (una antes que yo) que vive fuera y me dijiste que talvez sino hubieran sido sus cortas vacaciones aquí no hubiera pasado nada.
Estaba en mi cama boca arriba y sentí extraño, me sentí medio cojuda y me di cuenta que todavía conservaba tres adornos que me regalaste colgados en mi ventana.
Debo recordar que cuando terminamos no sé si por madurez o niñería te devolví tus regalos, por mucho tiempo no supe si hice bien, ahora creo que por lo menos me siento bien de haberlo hecho no por tonto orgullo sino porque tus cosas invadían mi mundo y así hubiera sido todavía más difícil sacarte de él. El hecho es que como esos tres adornos no eran muy visibles, no los vi y no te los devolví.
En ese momento, contigo al teléfono, caí en la cuenta que era tiempo de sacarlos de ahí, de cerrar mi página.
La que creí en innumerables momentos cerrada diciéndome a mi misma que me había olvidado de ti, pero lo cierto era que el proceso continuaba, por eso cuando empecé a escribir este post lo titulé “Hoy me olvidé de ti” pero bastaron unos cuantos párrafos para entender que el retrato más fiel de lo que me pasaba era que “hoy me terminaba de olvidar de ti”.

Creo que en la mayoría de casos uno se olvida primero del amor y luego del dolor, aquí fue muy al contrario y me da gusto y orgullo, porque quiere decir que lo nuestro fue muy grande y que te amé más allá de los besos en la boca, por eso de alguna manera estuviste también cerca estos 4 años como mi amigo, en algunos momentos disociando bien el tema podías ser mi amigo y mi recuerdo de amor más presente, y en otros auténtica y únicamente mi amigo (sobretodo en los que yo estaba felizmente acompañada).

Hoy tengo la certeza de haber terminado el proceso engorroso y burócrata de olvidarme de ti, pero claro que te quiero, sólo que ya no te quiero más en mi vida.
Será porque yo no busco novio, no por ahora.